En esta ocasión, compartimos con ustedes un relato de Shihan Álvaro Ruiz, presidente de la ISKF MX, quien, de manera breve nos platica su sendero para lograr encontrar a su Sensei, su maestro que, además de guiarlo en el Karate Do, le dio herramientas para la vida.
¡En búsqueda de un Sensei!
Por Shihan Álvaro Ruiz Muñoz
Llevo más de 50 años entrenando karate. Aunque he tenido una trayectoria larga y exitosa, el camino nunca ha sido fácil, los retos continúan y seguimos trabajando para salir adelante. Un camino realmente complicado, y difícil aún, ha sido encontrar a un verdadero maestro, a un gran sensei, un modelo a seguir.
Les compartiré mi experiencia de lo que he vivido en este proceso de búsqueda de un maestro, ¡de mi sensei!
Evitaré hablar de las personas que “estuvieron en ese rol”, y para no herir susceptibilidades, me abstendré de mencionar los nombres de estos “senseis o maestros” con los que comencé mis estudios de este maravilloso arte marcial.
Inicie la práctica del Karate en 1974. El lugar de entrenamiento era el gimnasio de la Casa Popular de la Juventud, ubicado en la delegación Magdalena Contreras; era un lugar muy bonito y especial, pero, sobre todo, teníamos acceso a las clases a un precio muy bajo. El maestro era cinta café. Un personaje con don de líder y buen motivador.
Siempre tuve buenas habilidades para hacer cualquier deporte y el karate no fue la excepción; sin embargo, el grado de preparación del maestro y su conocimiento del karate era elemental, y al paso del tiempo, me fui dando cuenta de su falta de conocimiento y competencia. Esas clases eran masivas, de 50-60 alumnos juntos, así que de manera natural había un filtro para salir adelante basado en las habilidades físicas, mentales y los que aguantamos sobrevivimos.
De ese grupo solo dos llegamos a cinta negra. En las competencias nacionales obtuvimos buenos resultados en kumite, pero en kata siempre “teníamos” el pretexto de perder por culpa de los jueces: “Te califican mal porque no haces como ellos”, “ no eres su alumno” nos decían. Es decir, los otros eran los malos y nosotros las víctimas. Y esta historia se repetía una y otra vez. La realidad era que nuestro estilo de karate no era ortodoxo y nuestro kihon no tenía buenos fundamentos, los kata las ejecutábamos con grandes deficiencias.
Un grupo de compañeros y amigos nos pusimos de acuerdo y le propusimos hacer lo correcto, buscar un maestro que nos guiara y nos diera las bases para hacer el karate de manera adecuada. Se le pidió a nuestro profesor que buscara la asesoría con un buen sensei y se negó rotundamente, no quiso, no le importaba crecer, no tenía la ambición de actualizarse y mejorar. Esta etapa me llevó aproximadamente 10-12 años, abarcando mi niñez, adolescencia y la edad adulta.
Comencé a dar clases formalmente a los 18 años. Ese dinero me permitía cubrir mis necesidades económicas para la universidad. Me di cuenta de las grandes carencias que tenía para enseñar correctamente. Comencé a buscar bibliografía de libros de karate y de deporte en general. Algo que reforzara lo poco que sabía, ya que que las deficiencias eran muchas y en las lecturas me encontré aun con grandes dudas acerca de mi aprendizaje en karate. Y a pesar de haber desarrollado una buena relación maestro- alumno más allá del dojo, no tuve elección y como quería mejorar, busqué, junto con mis amigos, otras opciones.
Creamos la Asociación Internacional de Karate y nos dimos a la tarea de buscar un sensei para superarnos.
Poco tiempo después, encontramos un maestro de reconocida trayectoria en México en karate Shotokan y establecimos un convenio para que fuera nuestro asesor técnico. Los miembros de nuestra organización estuvimos entrenando por varios años con mucho ánimo y motivación, y el saber más nos dio una motivación mayor.
Nos hicimos miembros de la International Shotokan Karate Federation de México (ISKF México) y fuimos mejorando lenta y paulatinamente. Nuestro Kihon y Kata se fueron depurando. Nuestros resultados deportivos siguieron siendo positivos en kumite. Tres de nosotros fuimos seleccionados nacionales de la Federación Mexicana de Karate y Artes Marciales Afines (FEMEKA) en nuestras respectivas categorías. Representamos a la asociación de karate del entonces Distrito Federal y fui campeón nacional por equipos en kumite. Por alguna razón nos gustó más el kumite que los katas. Y eso se reflejaba claramente.
Con el paso del tiempo, por diversos motivos personales, mis amigos y compañeros que conformamos la organización se fueron alejando de la instrucción y práctica del karate. Después de casi 6-8 años de estar entrenando juntos con este maestro, quedé al frente de la organización y continué con mis entrenamientos.
Seguí avanzando en mi desarrollo técnico. Representé al país como seleccionado de ISKF de México en dos campeonatos panamericanos y en dos campeonatos mundiales. Todavía como miembros de la Japan Karate Association (JKA).
Me desempeñé como entrenador en jefe en la asociación de karate del Distrito Federal, dirigiendo los entrenamientos con compañeros de reconocida trayectoria. Comencé a aplicar exámenes de Dan, y dado que siempre me ha gustado entrenar y estar en forma, me fue muy bien hasta ahora que soy Séptimo Dan.
Seguí aprendiendo; en estos torneos observaba todo lo que podía, me gustaba ver cómo entrenaban los diferentes equipos estatales, nacionales e internacionales. También, dentro del marco del desarrollo de los torneos, siempre había seminarios, cursos, etcétera; así fui conociendo a maestros legendarios: Sugiura, Osaka, Okazaki, Yaguchi, Asai, Yahara, Nishiyama, Mikami, Takashina, Kanazawa, Ochi, Koyama, ,Takahashi y Miura, entre otros.
Pronto estos cursos tomaron una dirección muy firme en mi formación y desarrollo de mi karate. Me di cuenta que todos estos maestros seguían entrenando, se mantenían vigentes y actualizados, pero, sobre todo, cada uno de ellos tenía un profundo conocimiento del Shotokan.
Y aunque seguí entrenando todavía algún tiempo con nuestro asesor técnico. Cada vez era más notoria la diferencia entre lo que él conocía y lo que sabían los grandes maestros con los que entrenaba en los campamentos. Empecé a ir cada año al Master Camp de la ISKF, esto desde hace más de 25 años. Encontré un mundo de ensueño, establecí amistad con amigos de diversas nacionalidades de ISKF, karatekas de todo el mundo comprometidos con el entrenamiento: kihon, kata y kumite; compartiendo ideas y puntos de vista de los entrenamientos y de los senseis. Y aquí fue donde encontré al maestro Yutaka Yaguchi.
Desde la primera vez que entrené con él, me impresionó su habilidad técnica y profundo conocimiento. Hacía ver fácil lo difícil. Mostrando las diferentes formas de ejecutar y corregir. La metodología de enseñanza que aplicaba en cada clase, cada kata que enseñaba al detalle, la aplicación de cada técnica y la manera de hacerla mejor. Me motivó mucho a seguir aprendiendo y enseñando. Así que lo escogí como mi guía, mi modelo a seguir, como mi Sensei. Decidí que, cada que tuviera la oportunidad de estar con el Sensei Yaguchi, aprovecharía al máximo su experiencia y conocimiento. Con el paso de los años lo seguí discretamente, paralelamente dejé de entrenar en México con el asesor técnico.
Me hice miembro de la ISKF como organización, y mis alumnos e instructores comenzaron a tener destacados resultados en exámenes, competencias nacionales e internacionales ISKF. Empezó una nueva etapa en donde marcaba la pauta para mi organización que representaba a ISKF y estaba en constante contacto con los diferentes maestros que formaban parte de ISKF de México en aquel tiempo. Todos ellos líderes muy competitivos, con gran ego (es una opinión personal). Lo cual dificultaba hacer acuerdos o programas que fortalecieran a ISKF de México. Poco a poco varios de ellos se fueron haciendo a un lado y, por diversos motivos, dejaron ISKF de México.
Más tarde, el maestro Teruyuki Okazaki anunció la separación de ISKF dejando a la JKA, la mayoría de los Senseis miembros de ISKF de Mexico mantuvimos nuestra lealtad al maestro Okazaki y continuamos en esta organización, seguimos con la convicción de que era una muy buena federación internacional.
Llegó otro presidente a ISKF de México y nada cambió, seguimos sin organizar correctamente a la ISKF y la organización no crecía y se debilitaba más.
Personalmente, seguí aprendiendo, actualizando mi karate lo más que podía, continué entrenando y seguía como una sombra al Sensei Yaguchi en cada oportunidad que se presentaba. Tuvimos la fortuna de que viniera a México a impartir seminarios. Eso me llevó a tener una relación más directa, y con el paso del tiempo, ya que fueron varios años los que convivimos con él, felizmente logré tener una relación más cercana, más estrecha.
Siempre una relación de mucho respeto y admiración de mi parte. En su retiro y la última vez que dio seminario en México, me dirigió palabras conmovedoras y de gran valor. Sentí que me admitió al 100% como su alumno.
Yo, que siempre había buscado un maestro, ahora el maestro Yaguchi me brindó su respaldo con estas palabras: “ te voy a proteger y te voy a ayudar, y cada que lo necesites, no dudes en llamarme”.
Aunado a esto, me autorizó a realizar mi examen para séptimo Dan. Ese fue un momento culminante de esta historia.
Seguí en contacto con el sensei Yaguchi a pesar de que anunció su retiro, lo invitamos de vacaciones a México, junto con su esposa, durante una semana donde que nos brindó, además de entrenamientos personales, una cantidad muy interesante de históricas vivencias, como cuando se formó como karateka, como instructor, su llegada a Estados Unidos, su consolidación como sensei en Denver.
Algunos años después (ya pasada la pandemia), le escribí por medio de mi querida amiga Yukiko para hacerle una visita a su casa donde nos recibió y regaló, a mi esposa Alma y a mí, un presente muy especial, ya que ambos cumplimos 60 años. Además de que aprovechamos para entrenar karate en el dojo donde enseñó por más de 50 años.
Nos invitó al dojo que hizo en su casa, nos mostró fotos increíbles, nos resolvió dudas y me comentó que debería tener ya el octavo Dan (aunque, para mí, definitivamente no era el momento, así lo sentí). Nos invitó a comer, pero lo más especial, fue que me volvió a repetir que, cuando quisiera y en el momento que yo decidiera, no dudara en llamarle, pues siempre estaría para apoyarme.
Un año después de esa visita, el maestro Yaguchi falleció a los 91 años de edad. Recibimos la triste noticia y nos impactó tremendamente, quisimos ir a visitar a su familia y ver de qué manera podíamos rendirle un homenaje, pero no fue posible, su familia pidió discreción absoluta.
Pocos meses después de su muerte, mi esposa y yo fuimos invitados por la familia del Sensei Yaguchi a un homenaje póstumo, el cual se llevaría a cabo en Vancouver, Canadá. Fue un honor que no podía pasar por alto y por supuesto que estuvimos presentes.
Ahí que nos tocó hacer Giri* al maestro y a su familia y mostrar todo nuestro respeto y cariño al sensei. El homenaje fue emotivo: entrenamientos dirigidos por el sensei Joe Dixon y la sensei Cathy Cline, con los cerca de 60 karatekas que tuvimos el honor de participar y disfrutar recordando sus enseñanzas y no faltaron las memorias personales, anécdotas todas llenas de un profundo cariño y respeto hacia el maestro Yaguchi. ¡Muy emotivo el homenaje que tuvo mi sensei!
Dentro de las actividades que he seguido realizando y recibido en el ámbito del karate, han sido reconocimientos significativos como el Doctor Honoris Causa por el trabajo y trayectoria dentro del arte marcial, además de que me estoy certificando como instructor a nivel internacional, presentando cursos y exámenes que constatan mi conocimiento para enseñar Karate Do Shotokan, bajo el estándar de la International Shotokan Karate Federación, siendo el único en Latinoamérica que lo ha realizado.
Además, a partir de febrero del 2024 fui elegido presidente de la ISKF de México, ¡un compromiso que ya está dando resultados significativos!
Seguimos esforzándonos para ser mejores, trabajando y mejorando bajo la supervisión del Sensei Hiroyoshi Okazaki, quien es el jefe de instructores de la ISKF a nivel internacional, especialmente para dar lo mejor a nuestros alumnos, a quien nos debemos, así como hacia todos los padres de familia que nos brindan su confianza para formar a sus hijos en este arte marcial, y para toda la familia karateka.
¡Oss!
*Nota: Concepto de Giri
Giri es una palabra que tiene una difícil traducción por el gran simbolismo que conlleva. Podría traducirse como “obligación”, “deber” o “lo que es correcto”.
En Japón la palabra Giri está íntimamente ligada al concepto de honor y al de lealtad, virtudes básicas en un karateka. El Giri es la obligación moral de cumplir con el propio deber. Cuando alguien hace algo por tí, asumes la obligación de compensarle por ello, y esa obligación no quedará liberada hasta haberle compensado lo que hizo por tí, de una manera proporcional. Cumplir con esa obligación es Giri, ya que el maestro está dando al alumno mucho más de lo que este quizás nunca podrá compensar; así pues, la única manera que tiene el buen alumno de pagar su deuda, de cumplir su Giri, es con respeto y lealtad a su maestro, a su dojo y a su arte. Es un compromiso de por vida, SIEMPRE Y CUANDO EL MAESTRO SIGA EL CAMINO DEL HONOR Y LA JUSTICIA.
Es una relación doble, mientras el profesor muestra a su estudiante todo lo que sabe y siente, en retribución, el alumno reconoce a su Sensei como su guía.
Esta es la manera en que el karate forja una relación casi familiar, como la de un padre e hijo. El sensei es el padre y el estudiante el hijo. El padre lleva a su hijo a ser autosuficiente en Karate Do, y cuando crece, permanece con su “padre” para ayudarlo y si debe irse no pierde contacto con él y regresa siempre cuando puede o es necesario.
Si tienes la suerte de tener un verdadero maestro, y al cabo de un tiempo razonable de práctica no lo sientes así, es mejor que no continúes, pues está claro que no has sido capaz de comprender la senda marcial.
Fotos: Cortesía Shihan Álvaro Ruiz Muñoz