Hace unas semanas, Isaac Almeida Saavedra, practicante de #artesmarciales, escritor, actor y productor de cine, realizó un retiro marcial solitario en bosques y montañas, a fin de encontrarse y retarse a sí mismo, a través de un riguroso entrenamiento y meditación que, a través de un escrito, nos hizo el honor de narrar parte de esta experiencia que ahora compartimos con ustedes…
“Entre las sombras del Karate”
Por Almeida Saavedra, artista marcial y productor.
Acerca de mi retiro marcial Karate en la Montaña puedo mencionar un par de cosas relevantes…
Hacía tiempo, para ser exactos, desde que la pandemia comenzó, que mi mente-corazón y cuerpo añoraban la pureza de los bosques esperando escapar de aquella cuarentena de un año con diez meses que me impuse a causa del Covid. Requería la absolución de una nueva verdad espiritual que solamente el karate y la soledad de una montaña me podrían brindar.
“Si quieres encontrarte, primero deberás perderte bien”, me dije aquella tarde que decidí separarme de un grupo con el que visitaba la montaña, para seguir mi propio paso buscando una verdad.
Además del duro entrenamiento y largas horas de meditación, puedo destacar que hubo una noche que estuve a punto de morir, y de la manera más estúpida que se pueda imaginar.
Los primeros días me visualicé como un guerrero buscando enfrentar de manera formidable a los demonios personales que a todos nos suelen acompañar. Con una visión romántica y casi quijotesca del Karate, trabajé muy duro durante ese tiempo para intentar “vencerme a mí mismo”, sin percatarme de que realmente no me conocía a mí mismo.
Uno de esos días entrenaba a lado del río realizando Kata Tensho, la hice unas quince veces antes de retomar Kihon y después pasé al ido Geiko. Mi emoción fue tal, que nubló mi juicio y, exhausto, continué entrenando hasta que el cansancio me hizo resbalar y caí en el cauce helado. El golpe térmico fue tal, que mi piel se quemaba, juro que la sensación era extrañamente similar al agua hirviendo.
Di un par de vueltas y salí lo más rápido que pude, temblaba sin parar… Pero celebré que no pasó de una rasgadura en la palma de la mano. Recuerdo haber dicho que había vencido al río, bajo el influjo de la petulancia de aquel que persigue con desesperación el respeto personal.
A la vuelta del tiempo, encuentro interesante la manera en la que un mal entendido orgullo puede hacerte festejar el haber salvado una situación estúpidamente peligrosa, provocada por el mismo orgullo… El orgullo alimentando orgullo.
Después comprendí que jamás vencí a ningún río, sólo tuve suerte de que mi cuerpo resistiera el choque térmico que yo mismo propicié. Si el Karate tiene como uno de sus fines primordiales la preservación personal, lo que estaba haciendo aquel día era todo, menos Karate; y sin embargo, mi encuentro cercano con la muerte en la montaña no era aquel.
Yo, Almeida Saavedra, Budoka orgulloso de la dureza construida al paso de los años con esfuerzo y devoción al ‘Do’, había logrado resistir cuatro días y tres noches por allá, oculto de otros ojos, y alejado de lo que a recientes fechas llamaba con recelo “mundo racional”. Seguía entrenando dispuesto a “encontrar una revelación de armonía lejos del caos”, dotado de una falsa ilusión e imagen personal de pionero y veterano al mismo tiempo, intentando imaginar la soledad de Oyama Masutatsu, o los viajes de búsqueda de visión de los nativos norteamericanos y los antiguos habitantes del Anáhuac, y esta lección estaba por llegar.
Fue mientras cenaba avena durante la cuarta noche, después de practicar meditación Zazen dentro de la tienda. Recuerdo bien cerrar los ojos para intentar fundir mi mente-corazón con el canto de las aguas del río, el soplar del viento, y cualquier sonido natural que me ayudase a conectar con un portento sobrenatural.
Buscar la iluminación es bueno, de hecho, por extraño que suene, es recomendable para todo ser humano, practique artes marciales o no. Parte de la iluminación (estado de lucidez) debe radicar en el entendimiento y apreciación de las cosas de manera lineal y llevarlo a la verdadera praxis, intentando mitigar, en lo posible, el exceso de juicio racional.
Mientras reflexionaba sobre mi previa meditación, una hojuela de avena se desvió cerrando mi garganta. Me era imposible toser bien o respirar.
“Almeida, muerto en la montaña por una hojuela de avena que se le atoró mientras buscaba la iluminación a través del Karate”. Me dije…
Mi visión parecía percibir pequeños puntos negros y una tenue sensación de estática. El benévolo destino quiso que mi garganta se abriera expulsando la hojuela entre tos y flemas.
Me prometí volver a casa al amanecer, maldije mi estupidez y agradecí estar vivo, después me senté a la orilla del río y recuerdo que pensé: “Después de esto el agua no se ve tan fría”, así que desnudé mi torso y me metí a entrenar kata Tensho y luego Yantsu. Temblaba, pero pensaba en el grano de avena y lo frágil que es la vida. Me reproché por cosas buenas y malas que hice a lo largo de mi vida, también me reproché por las cosas buenas y malas que nunca tuve el valor de hacer.
Al final, la mente humana está programada para funcionar con base al castigo o recompensa, merecer o no, y de tal manera funciona la sociedad, así que es fácil vivir en el reproche, y ese reproche llevar a los caminos del rencor… Tal es la desventaja del razonamiento y juicio excesivo, por ello, mi maestra de Zen, Soren Alejandra, me había recomendado respirar durante kata y meditación, contemplar los pensamientos a medida que llegasen y dejarlos ir sin profundizar. Sin distracciones, sin juicios ni prejuicios, sin reproches, pero sobre todo, buscar el silencio hasta que hacer kata, golpear, patear, brincar, hacer flexiones, respirar o cocinar, se vuelvan parte de la meditación, y esa meditación es Karate a fin de cuentas.
Al paso de los días podía permanecer más tiempo en silencio. El bosque de verdad era imponente, así que sentirse diminuto es fácil, y esto hace más sencillo volverse honesto con las debilidades personales. Saber que uno es tan pequeño, ayuda a percibir la grandeza de cuanto nos rodea, y eso me ayudó a entender que no es posible escapar del mundo, ni siquiera es necesario hacerlo… No hay nada que buscar… Ya que el karate personal que he buscado comprender, ya estaba instalado en mí desde mucho tiempo atrás…
Quiero dedicar las siguientes palabras que escribí durante el retiro en la montaña, a mis queridos maestros: Mr. Jack Fang, Shihan Judd Reid, y por supuesto a mi padre, Almeida Talavera:
“Quise perderme en la montaña para encontrarme, entiendo que nunca me perdí. Me alejé del mundo para buscar una revelación, y encontré que mi revelación es el mundo. Busqué estar solo para comprender, y comprendí que jamás estaré solo. Las personas solemos cometer el gran error de prepararnos para morir, sin haber aprendido a vivir. Se nos enseña a pelear por ser alguien en la vida, sin llegar a comprender el principio de la vida”.
Acerca de la iluminación, pienso ahora que no es necesario darle tanta importancia, no es algo por lo que se tenga que sufrir, llegará cuando tenga que llegar, se irá cuando deba irse y volverá si es que tiene que volver, tal cual funciona la brisa del aire que respiras, tal cual funciona el milagro de la vida en el gran esquema universal. La iluminación podría, en palabras simples, entenderse como un estado de lucidez, en el cual el momento que transcurre es irrepetible; alguna vez deseado o no, para convertirse en memorable o no, pero pasajero como lo es todo momento.
Es como puedo interpretarlo hoy; en esta tarde que abandono el bosque deseando al río que me bañó, a la tierra amable que sostuvo las pisadas de mis sueños, anhelos, rencores y memorias. Agradecido con el viento que avivó la llama que calentaba mi comida las primeras noches, y a los árboles que me acogieron conmovidos, mientras entre la quietud trataba de permanecer tan fuerte, quieto y silencioso como ellos… Budoka, deja de escapar de ti, encuentra tu Karate, deja que te encuentre a ti. Observa al río y escucha a la montaña.
Almeida Saavedra.
¡OSU!
Fotos tomadas con móvil en modo automático, cortesía Isaac Almeida Saavedra.
Recomendamos leer la 1ª parte de esta historia en el siguiente enlace: En su búsqueda marcial, practicante emprendió solitario retiro en montañas para entrenar y meditar